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¿Qué ha sucedido realmente en Doha?

Jueves, 7 de marzo de 2013 Comments off

Pues que casi todo lo esperado, finalmente sucedió.

Estaba previsto que los dos grupos de trabajo que funcionaban, uno a partir del año 2005 en Montreal sobre el Protocolo de Kioto, y otro que procedía de la Conferencia de Bali del 2007 sobre los compromisos a largo plazo, se cerraron definitivamente.

También se esperaba que el Protocolo de Kioto tuviera que funcionar en un segundo periodo de compromisos desde el 2013 al 2020 y así ha sido, aunque aquí sí, con algunas consideraciones que deberíamos tener en cuenta.

La primera es que están menos países desarrollados (Canadá, Rusia, ni Japón), pero al mismo tiempo los que se quedan se comprometen a más reducciones conjuntas (se pasan de un compromiso de reducción del primer periodo del 5’2 % al actual del 18% de promedio), y se prevé un periodo de puesta en marcha casi inmediata.

Ahora en el segundo periodo del Protocolo de Kioto, están todos los estados que forman la Unión Europea ( 27) y 10 estados más, entre los que podemos citar Australia, Suiza, Noruega, Ucrania,  Bielorrusia y Croacia.

La estructura del Protocolo de Kioto se conserva y mejora, a la espera que sirva de base del nuevo acuerdo previsto para el año 2015 en Francia para ser aplicado por todos, desarrollados y emergentes, previsiblemente de una manera equilibrada y teniendo en consideración las responsabilidades que son comunes pero diferenciadas.

En la práctica pues, después de Doha, ya solo existen un único grupo de negociación a nivel de las Naciones Unidas, esto es bueno pues aumentan las posibilidades reales de llegar a un acuerdo de todos.

Un gran logro de Doha ha sido el haber abordado con rigor el tema del “aire caliente” que se podría definir como unos derechos de emisión que tienen ciertos países de la antigua Unión Soviética y sus satélites que no son reales, ya que son frutos del desmantelamiento de sus anticuados sectores industriales.

Siete billones de toneladas de derechos de emisión que no van a ser arrastrados de un periodo del Protocolo de Kioto (2008-2012) al segundo (2013-2020) lo que supone una ventaja dentro del proceso de lucha contra el cambio climático a nivel mundial, además muchos países, en teoría posibles compradores, se comprometieron explícitamente a no adquirirlos.

Es lógico que países como Polonia, Rusia, Bielorrusia y Ucrania pusieran todas las dificultades posibles para que ello no fuera así, pero al final de la  tarde del último día y con el tiempo prorrogado, el presidente de la conferencia ejerció su papel de manera contundente, demostrando que la necesaria unanimidad no supone en la práctica un derecho de veto a parte  de un paquete conjunto de resoluciones finales.

Rusia se quedó sola en sus pretensiones, ni siquiera tuvo el apoyo verbal, explícito de Bielorrusia y Ucrania y anteriormente Polonia había resuelto, en parte, sus intereses dentro de una reunión europea previa al último pleno.

Lo que también se podía esperar de Doha es que el proceso continuara su ruta en los tres próximos años con un calendario fijado y los temas de negociación concretados dentro del grupo de la Plataforma de Durban, y así fue. El año que viene en Varsovia, el siguiente en Perú y finalmente en 2015 en Francia marcan el camino para  conseguir un acuerdo global aplicable a todos y vigente plenamente a partir del año 2020.

Sin embargo hay que reconocer que los que esperaban un acuerdo sobre algo que no se esperaba “una conferencia que resolviera de una vez todo lo relacionado con el cambio climático” están lógicamente decepcionados.

Parte de la opinión pública en los países desarrollados que sufren la crisis económica y financiera de manera muy intensa, creen que el tema del cambio climático ahora no toca o en el mejor de los casos no es prioritario.

Esta creencia, alimentada por algunos medios de comunicación está totalmente, en mi opinión, equivocada ya que la lucha contra el cambio climático está directamente relacionada con las políticas de energía, agua y alimentación, a nivel mundial y local; temas clave, todos ellos para la resolución de la actual crisis.

Finalmente quiero recordar un buen detalle al que asistí en los pasillos de la conferencia  una vez finalizada; la despedida entre los jefes negociadores de los Estados Unidos y China fue muy cordial y con abrazos mutuos, lo que me produjo una sensación de esperanza en el proceso negociador próximo, ya que soy de los que creen que sin la implicación profunda y real de estos países en el proceso, este no sería posible.

 Josep Garriga Sala
Economista y experto en cambio climático.